Equipo amarillo – 8
Equipo albiceleste – 8
Cuando todo estaba en contra y parecía que el partido corría peligro de celebrarse, se hizo la luz y finalmente se pudo jugar. Es cierto que la hora (las 7 de la tarde) no ayuda demasiado a la afluencia masiva de jugadores, pero si Abraham se encuentra al día anterior con los ecuatorianos y les dice que el partido es una hora más tarde es difícil que a la hora del partido seamos suficientes para empezar a jugar.
A pesar de las artimañas de Abraham con los ecuatorianos para ser titular, nos salvó la campana con la presencia de Chechu con la hora cumplida. Con él fuimos 10 y pudimos empezar el partido.
El guión del encuentro fue el habitual. Los amarillos sobando la bola y fallando en el último pase o el remate y los albicelestes jugando más juntitos y disparando con más puntería en cuanto les llega la oportunidad.
Así, los amarillos se vieron por debajo en el marcador a las primeras de cambio gracias a un gol de Abraham, el primero de los muchos que marcó en el partido. Justo en ese momento apareció César II, justificando su retraso por un atasco de tráfico y enfundándose la elástica amarilla.
Con uno más sobre el campo los amarillos intensificaron su dominio territorial, poniendo cerco a la portería defendida extraordinariamente bien por César I. Dominio estéril, porque fueron los albicelstes los que, en rápidos contraataques, acertaron dos veces a meter el balón en el fondo de las mallas. Dejando un 0-3 en el marcador que provocaba el asombro de los espectadores. Fruto de ese asombro los aficionados que ocupaban los asientos de Preferencia Oeste se cambiaron a Tribuna Este para cerciorarse desde otra perspectiva de que lo que estaban viendo era cierto. Se cambiaron de localidad por eso y porque en sus nuevos asientos estaban protegidos por una red que impedía que recibieran un tercer balonazo después de un despeje de los defensas albicelestes.
Los “argentinos” estuvieron cerca de alcanzar la proeza de ganar el partido jugando con uno menos. Pero una reacción de los amarillos, sumada al cansancio físico que con el paso de los minutos agarrotaban sus piernas, hizo que los goles fuesen cayendo casi sin querer en su contra.
Del 0-3 se pasó sin remedio al 7-3, en un goteo de goles amarillos de todos los colores. Algunos de cierta calidad y otros por pura casualidad. Los albicelestes lo habían dado todo y ya no tenían la frescura del principio para salir al contragolpe. Cada pérdida de balón en ataque provocaba la avalancha amarilla, siempre con superioridad numérica y los goles iban cayendo unos tras otro.
Fue entonces cuando se decidió, con buen criterio, que César II se cambiase de equipo y que los albicelestes disputasen los últimos minutos del partido siendo uno más que los amarillos. Hacer el cambio y volverse todo del revés fue todo uno.
Los amarillos se convirtieron en un equipo roto, sin saber si defender y renunciar al ataque, esperando mantener la ventaja hasta el pitido final, o seguir buscando el gol. Mientras ellos dudaban, Abraham y el resto de “argentinos” se dedicaban a marcar goles hasta situarse con un 7-6.
Todavía tuvieron los amarillos la posibilidad de ganar el partido cuando Rubén acertó a batir a César I con una vaselina desde el centro del campo. Sin lugar a dudas la mejor acción del delantero amarillo en todo el encuentro. Pero el árbitro no llegaba para pitar el final y en los últimos instantes dos nuevos goles de los albicelestes pusieron el definitivo 8-8 en el marcador.
Un empate que hizo justicia a los esfuerzos de unos y otros cuando estuvieron en inferioridad. Se les puede discutir la calidad y la disciplina (se puede y se debe), pero lo que es indudable es la profesionalidad de ambos equipos cuando se trata de jugar los partidos y dar todo lo que tienen.
Las notas del partido
EL CRACK: Abraham. Se apoyó en su físico (no es que sea guapo, que puede que lo sea, hablamos de su condición física) para arrollar a todo el que se le puso por delante y ser el alma de su equipo. Fue con diferencia el máximo goleador del partido y luchó hasta que cayó “desmayado” en una de sus constantes subidas al ataque. Le vino de maravilla para recuperarse en el tramo final del partido, el cambio de equipo de César II. Sin tener que cubrir tanto campo cómo cuando eran uno menos, todavía le quedó aire para marcar los goles decisivos para empatar.
EL DANDY: Josué. Fue el autor del mejor gol del partido y además con mucha diferencia. Con todos sus compañeros reclamándole que volviese el balón hacia atrás para volver a iniciar la jugada, Josué recortó hacia adentro con la derecha y con la zurda colocó el balón en la escuadra más alejada de la portería contraria. El gol fue extraordinario y Josué recibió los aplausos del público y de sus compañeros, aunque estos últimos insistían en la conveniencia de dar el balón atrás en ese tipo de jugadas.
EL DURO: Rubén. En un partido de guante blanco, la única entrada dura llevó su sello. El golpe se lo llevó Eloy pero el susto mayor fue del propio Rubén cuando le vio caer. No está confirmado si el verdadero temor de Rubén era que Eloy se hubiera hecho daño y no se levantase, o lo que temía era que todavía estuviese vivo y se levantara.
¡VAYA DÍA!: Eloy. No solo se llevó la entrada de Rubén si no que minutos antes se había llevado un balonazo de Fermín en la cara que le dejó aturdido unos minutos. No está confirmado pero se comenta que lloró. Unos dicen que fue porque el balón le dio en el ojo y otros sostiene que lo hizo porque es un poco mariquita.
1 comentario:
cesar fue el mejor...como es posible que le culpen al final del partido??????? yo lo dejo ahi....
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